La máquina de la nostalgia

Un lugar bien pintoresco

Mis primeros nueve años de vida se dieron en la Av. Sucre de Catia, en Caracas. Me crié muy cerca de la plaza, ese bacanal de mendigos, pregoneros, testigos de Jehová, borrachitos y transeúntes de toda clase. Cerca de esa colonia árabe, que nos proveía de manjares exquisitos. Cerca de todas las polleras a las que mis primos iban a escondidas a comprar pollo en brasa, para degustarlo en las escaleras. Ese lugar que nunca duerme,  donde mis abuelos y tíos ayudaron a mi crianza. Ese lugar colorido que me dio el tumbao  que hoy me cuesta dejar a un lado.

Recuerdo muchos lugares, cada salida era un descubrimiento, siempre sorprendente. Veintidós años después, vuelvo en bici, con mis amigos de rodada, para darme cuenta que muy cerca del que era mi hogar, existe un lugar que sirve de refugio a la historia de un país. Un museo de la memoria, que además, es el garito preferido de propios y extraños. El Bar Torero.

El museo que vende las birras más baratas

En 1987, El Torero abrió sus puertas, no como expendio de licores sino como restaurante. Era el típico merendero que ofrecía el menú barato de sopa, seco y postre. Está ubicado en las inmediaciones de la Calle Maury.

Su dueño, el señor Peter, tomó la idea de las bodegas merideñas, donde se colocan adornos viejos y comenzó su propia colección de artefactos antiguos, para darle un toque distinto. Muchas personas asiduas al local colaboraron con esta recolección, armando así un espacio lleno de nostalgia, nostalgia que luego pasó a tener como fondo musical los más melancólicos boleros. El elixir espumoso desplazó a los alimentos, por lo que el restaurante pasó a ser bar, el bar que ofrece las cervezas más económicas de la ciudad.

Sobre la colección

Como en la novela de Gabriel García Márquez, Cien años de soledad, cada objeto tiene su nombre: Maleta, bicicleta, baúl, plancha… Incluso algunos objetos tienen el nombre de quien fuera su dueño, como el cartel que reza “maleta de Juan Vicente Gomez”.

En medio del polvo y las telarañas hay fotos viejas de Caracas, recortes de noticias  sobre los golpes de estado que hay vivido nuestro país, piel y animales disecados, monedas antiguas, en fin, los objetos más insospechados se consiguen allí. Tanto así, que muchos productores de cine y Tv han ido a pedir prestado objetos para ambientar sus audiovisuales.

Algunos objetos han sido donados, otros han sido comprados por el dueño del bar, quien dice que si el cachivache no vale nada para él no lo compra. Algunas personas optan por dejárselo en calidad de regalo y él les da a cambio un par de cervezas.

Desfile de personalidades

El bar abre luego de las tres de la tarde, si llegas antes, te consigues con una larga cola de personas que viven por la zona y esperan a que abra el local. No todos los que pisan El Torero son conocidos solo por sus padres, ese lugar también ha sido pisado por grandes personalidades, sobre todo, por altos mandatarios del gobierno, como: Luis Herrera Campins, Caldera, Eduardo Fernández (el Tigre), Ledezma, Leopoldo López y Jacqueline Faria.

Incluso, el dueño del bar recuerda haber visto entrar a Hugo Chávez Frías cuando era oficial, este le hizo una broma al verlo, le dijo “Epa Fidel”, dado que usaba chiva.

Consideraciones finales

Si usted cree ser un buen caraqueño debe conocer este lugar, de lo contrario tiene un gran bache en su haber, pues este rincón de Caracas merece ser visitado debido a la pila de años que se ha mantenido abierto, además de los objetos que atesora. Eso sí, opte por ingerir algún antialérgico antes, debido a que este lugar también colecciona bastante polvo, parte de la historia claro. Lleve tanto efectivo como considere desee tomar, dado que este local no cuenta con punto de venta. Antes del consumo de cervezas en El Torero, considere comerse unos ricos shawarmas en la cuadra que le antecede.

Su dueño asume que el bar no es de lujo “Lo importante es que los peroles valen más que la casa”, imagine la importancia de la colección,

Gala Gabriela

Publicista, ciclista urbana, turista de la vida y de mente soñadora.Las letras se convirtieron en la herramienta perfecta para exorcizar mis demonios y dar a conocer realidades cotidianas que pasan desapercibidas.

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