Los puntos de inflexión

Si tuviésemos la memoria tan robusta y la capacidad de observación tan despierta como para recordar nuestra vida con suficiente nitidez para ensayar una retrospectiva, podríamos contarla a partir de aquellos puntos que nos llevaron de uno a otro ciclo de nuestras vidas. ¿En qué preciso momento dejamos de ser niños? ¿Qué hecho nos hizo entender que dejábamos atrás la juventud? ¿Cuándo, y por qué, comenzamos a sentirnos viejos?

Como la gente, la historia de las naciones tiene puntos de inflexión en los que se pueden determinar sucesos que explican situaciones posteriores. Lo difícil es tener la agudeza de determinarlos en el momento en que se están desarrollando.

Visto a la distancia, se me antoja ensayar uno muy particular que, como ocurre en esas situaciones, pasó desapercibido para las mayorías. Un suceso que marcaría un punto de inflexión en nuestra historia contemporánea. Ocurrió  durante la campaña presidencial de Jaime Lusinchi, en el año 1984. Es su afán de mercadear al candidato, los asesores se inventaron el lema “Jaime es como tú”. Indistintamente de las razones que llevaron a los venezolanos a elegirlo como presidente, vender la idea de que un “hombre común” gobernara la nación generó un importante nivel de empatía entre los electores debido a que, ya para entonces, no había propuesta específica de país qué ofrecer.

Durante su mandato pudimos descubrir como quién era “Jaime”. Se divorció durante su gestión, se le conoció cierta acentuada afición por la bebida, permitió a su pareja el capricho de dejarse ver vestida de uniforme militar y mostró su ánimo pendenciero cuando, en respuesta lo que consideró una pregunta malintencionada de un periodista, blandió su iracundo “tú a mí no me jodes” frente a las cámaras.

Es decir, que Jaime no era una persona con virtudes dignas de emularse, sino alguien con todos los defectos que podían tener los venezolanos comunes. En eso residió su atractivo: en que no ofrecía un ejemplo para que la gente se sintiera inspirada en exigirse más, sino que era capaz de hacer las cosas que haría un hijo de vecino. Pero un hijo de vecino poco dado a controlar sus pasiones.

Pasado el tiempo, nos alcanzaría el “Yo soy Chávez”, que fue una reelaboración de aquello, pero a la inversa: no es que Jaime se parece a ti, sino que tú eres (podrías ser) Chávez. Por tanto, ser irrespetuoso con el adversario, beligerante, temperamental, improvisado, arbitrario, fue una parte del arsenal psicológico en el que se vio reflejado el seguidor del candidato para sentir que lo gobernaba uno “de los nuestros”.

Y así, los líderes de estos tiempos (incluyendo los líderes de oposición), venden más su simpatía que su propuesta concreta. Las redes sociales se convierten no ya en un espacio para difundir su visión de país, sino para mercadearse a partir de las tendencias que recogen entre los usuarios de las mismas.

En esa tendencia se inscribió Rafael Caldera cuando, ante la pregunta de por qué indultó a los líderes de la intentona golpista, señaló que no había rincón de Venezuela al que fuera en el que no le hicieran esa petición. Es decir, que este es el período de la historia en el que los líderes no proponen, sino que complacen. No quieren ser respetados sino queridos.

Tipos populares, como animadores de televisión.

Tratando de inscribirse en esa tradición, y consciente de que su capital político es muy endeble, Nicolás Maduro ha intentado sin ningún éxito apelar a esa fórmula, emulando a su antecesor. Pero las bravatas no le funcionan, carece de retórica y sus salidas de humor lucen toscas, ausentes de gracia.

Y he aquí la potencialmente buena noticia. Quizá estemos en medio de otro punto de inflexión en nuestra historia. El del agotamiento del líder que “es como tú”. No sabemos qué duros caminos nos tocará atravesar en ese 2015 que luce como un pico lleno de precipicios, pero me complace imaginar que los rigores que nos toque atravesar nos llevarán a concluir que frente a los destinos del país no puede estar un tipo que tenga todos nuestros entrañables defectos. Que comenzaremos a ver más los proyectos que nos ofrezcan, las credenciales que los acompañan, antes que las cercanías que nos produzcan. Que algún día veremos atrás, hacia estos terribles días, y precisemos el momento en que comenzó a parecernos más importante que nos ofrezcan proyectos sensatos de futuro, antes que dulces cantos épicos y simpáticos cuenteros.

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One Comment
  1. De acuerdo 100% y por ello cuidemonos de el modelo de mercadeo mas grande del mundo! Que utiliza TODA la informacion de FB, Google, Twitter y hasta Netflix para sondear y ofrecer dulces encantos a la poblacion votante! No importemos o permitamos importar esas y otras estrategias que dejan espejitos por oro.

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