Omnia Politicum: ¡Cola con salsa alemana!

Hacer cola en Venezuela es algo histórico. No significa que sea la primera vez en la historia que se hace cola para algo, sino que durante muchos años se viene haciendo cola. No quiere decir que nos guste. Tampoco que el venezolano se ha acostumbrado.

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En los bancos, se hace por varias  horas para acometer hasta el trámite más sencillo. Ya no hablemos de la cola virtual para pedir un crédito para comprarse la casita: Un verdadero vía crucis.

Están también las históricas colas de la beca, la del pote de leche escolar, la de los uniformes. Todas ellas ideadas en tiempos democráticos para “resolverle” la vida a los padres y niños más pobres, que cursaban en los colegios y liceos públicos.

La cola de los pensionados, la de los toques de queda para comprar la comida, la cola para sacarse la cédula (si, se hacía, desde las 5 de la mañana, porque a las 7 entregaban los números), la del pasaporte, la del cine que se hacía doble (cola para comprar la entrada y la de entrar a la sala), la de la gasolina durante el llamado “paro petrolero”; una cola para pagar la luz, otra para el agua, otra para el teléfono; la cola en la autopista, la que se hace para ir a cualquier destino extraurbano en “carrito”, que es larga y se hace a diario.

Vía www.noticiaaldía.com

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Así, llegamos a esta situación desconcertante en la que se hace cola por todo. Y lo más increíble: Todos. Se democratizó la cola, por así decirlo. Las viejitas que siempre conocieron y vivieron las vicisitudes de las colas esas “solo para pobres”, bajo sol y agua, de día y de noche, hoy se sientan con las señoras que las veían por encima del hombro cuando les pasaban por al lado. Las que nunca soñó hacer la clase media, que hoy se ve forzada a escuchar al otro, y darse cuenta que, en esencia es igual a él.

Hasta las bases mismas del status-quo, la relación hombre-mujer, a quedado reducida a polvo cósmico por culpa de las colas. Los hombres, que en un acto de machismo-colonialismo no las hacían, porque ellos trabajaban y no estaban pendientes del hogar, hoy están allí, junto a las mujeres, a veces como compañía, a veces como encargados, porque a la hora de buscar los productos,”familia que compra unida permanece unida”

Todo un espectáculo político en el que sólo falta el orador de turno dando un mitin. Sorprende la tranquilidad. Sorprende la resignación. Será que ¿pasa algo por debajo de ella? ¿algo que está subyacente que no puede explotar, ni siquiera explicar, el más avezado de los analistas?

La cola, a pesar de coleados, empujones, groserías, es vista como un acto de justicia: Se oye en ella una frase tras otra que le hacen volar la mente más capitalista: “Todos tenemos derechos a los pañales”; “Usted no se puede llevar más harina maíz que que yo”; “vamos a organizarnos porque aquí compramos todos”; “En un buhonero  conseguí el champú a 60, que abuso, hace falta gobierno”. “No es justo que solo podamos comprar 4″.

No todos preferirían estar en otro lado. Hay gente que hace la cola todo los días, religiosamente, quizá porque hay un negocio que se desarrolla, en plena vía pública y a la luz del día, con el que nadie está de acuerdo, pero alguien les compra. La connivencia policial y el sobre precio es la norma de ese negocio.

Pero también es un acto político porque “la culpa de esta vaina”, dicen unos, es de Maduro. Para otros, del dueño del local, del industrial que (no) produce o de algún empresario encargado de alguno de los temas de distribución. Pero la mayoría se la achaca a un tema conjunto, a un gobierno que no muestra señales de eficacia y a un empresariado que no quiere ser eficiente.

vía VTV

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Vacilar no es opción, y antes de darse cuenta, el que está en la cola se halla inmerso en el debate. Desde el marco del respeto se argumenta y se contra argumenta, y los radicales terminan quedando fuera de juego, al ver que la gente entiende, sopesa, razona y es capaz de establecer una conexión de empatía con los otros. A veces la irracionalidad gana y ocurre el desastre: más de 11 mil personas para adquirir 1500 bienes ofrecidos en el operativo Navidades Felices, tres kilómetros de cola para comprar la nevera, la cocina o el televisor. Sólo podía terminar en protesta y en la suspensión del evento. Y así fue.

En general, y apartando la anécdota anterior, 2 horas más tarde se alcanza la mercancía, solo para calcular cuánto tiempo durará la precaria cantidad en casa, y acercarse al señor de las empanadas, que está feliz porque en su vida ha vendido tanto.

Deutsch-deutsche Grenzöffnung - Berlin

Hace 25 años cayó el muro de Berlín. Una oprobiosa construcción a la que se le achaca la función de evitar el tráfico de personas desde la Alemania Oriental hacia la occidental. Realmente nunca fue así. Los productos del lado oriental eran tan baratos, que se iban hacia el lado occidental de la capital alemana. Pronto comenzaron a escasear y para aliviar las colas el gobierno germano-oriental inició un feroz operativo anticontrabando y levantó el muro. Tampoco sirvió de mucho.

El-muro-de-Alemania

 

La enorme pared  terminó siendo el símbolo del derrumbe del Pacto de Varsovia y de la influencia de la unión soviética. El gobierno socialista teutón no pudo ni aumentar su producción ni frenar el enorme desbarajuste de una economía subsidiada frente a una economía vecina que consumía cada vez más y que buscaba productos baratos para tener exorbitantes ganancias. Quizá, este cierre recuerde al lector que el Omnia Politicum es también histórico.

 

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