La elección del CNE, el modelo electoral y Yugoslavia

El 2015 amaneció con nuevos rectores del Consejo Nacional Electoral en Venezuela. En diciembre, el presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello consciente de que los nombres propuestos no iban a conseguir el apoyo de las dos terceras partes de la AN, declaró “omisión legislativa” y le pidió al Tribunal Supremo de Justicia que eligiera a los tres rectores y suplentes que reemplazarían a Sandra Oblitas, Tibisay Lucena y Vicente Díaz. Entre protestas de la oposición, el TSJ reeligió a Oblitas y Lucena y eligió a Luis Emilio Rondón para regir, junto a Socorro Elizabeth Hernández y Tania D’Amelio el organismo electoral.

El desenlace de lo que había sido una puja entre gobierno y oposición por varios meses dejó muy decepcionados a los miembros de ésta última, y no sin razón: la elección de rectores estuvo llena de irregularidades. Primero, se demoró; el período de Lucena, Oblitas y Díaz se había vencido en abril de 2013, y sólo hasta el segundo semestre de 2014 se inició el proceso para reemplazarlos. Segundo, a pesar de que está prohibido, la lista candidatos presentada por el Comité de Postulaciones Electorales – en el que el chavismo tenía mayoría simple—contenía nombres de personas claramente afiliadas a los partidos de gobierno y, en menor medida, de oposición. Tercero, dentro de los pre-seleccionados se encontraban Lucena y Oblitas, a pesar de que no era evidente que cargo permitiera la “reelección”. Finalmente, la elección se hizo con piruetas jurídicas; no hubo por parte de la bancada del gobierno intento alguno de llegar a una nominación consensuada. El PSUV hizo una propuesta de tres rectores y seis suplentes y cuando la oposición se negó a votarla sin modificaciones, el oficialismo mandó los nombres al TSJ donde jueces proclives al chavismo aprobaron la lista casi sin correcciones. La omisión parlamentaria es una figura legítima, pero no se diseñó para que los parlamentos pudieran brincarse el requisito de mayoría calificada.

Los reclamos de la oposición no han valido de nada. Como están las cosas, parece que el balance al interior del CNE no va a cambiar y las elecciones parlamentarias se van a disputar con un árbitro cuyos miembros son mayoritariamente (cuatro a uno) cercanos al gobierno, lo cual ha dado pie para que algunas personas al interior de la oposición pongan en duda la vía electoral. Con un CNE parcial, señalan, es imposible ganar las elecciones parlamentarias este año; el organismo electoral simplemente no va a garantizar una contienda limpia. Éste, denuncian, le va a dar ventajas al gobierno sobre la oposición que, no sólo va a volver a quedar en posición minoritaria, sino que además va a legitimar una elección seguramente fraudulenta.

Las dudas no son infundadas. Ya en el pasado el CNE ha permitido el “ventajismo” del gobierno en detrimento de la oposición. No hay por qué esperar que este año suceda algo diferente. Sin embargo, se equivocan aquellos que rechazan las elecciones. Por un lado, es difícil pensar en otra estrategia viable para generar un cambio de gobierno; por el otro, la premisa básica de que el ventajismo garantizaría el triunfo del chavismo es errónea. Ganar a pesar del ventajismo es difícil, pero no imposible; así lo demuestran países como Chile, Eslovaquia, Croacia o Yugoslavia en donde a pesar de elecciones muy desiguales los gobiernos han tenido que dar paso a la oposición.

En el año 2000 en Yugoslavia (hoy dividida en Serbia y Montenegro y Kosovo), por ejemplo, la oposición logró derrotar electoralmente a Slodoban Milosevic a pesar del control que éste ejercía, desde 1987 sobre instituciones, medios y  procedimientos electorales. Para ese entonces el mandatario –quien murió en 2006 acusado de crímenes de guerra—había tenido catorce años para consolidar su poder. Controlaba todas las ramas del poder público, limitaba libertades civiles y era capaz de utilizar la policía y militares para reprimir opositores. A pesar de haber vivido el colapso de la Unión Soviética, la implosión de la economía Yugoslava y guerras en países vecinos el exmandatario había competido y ganado dos elecciones en 1989 y 1992. La oposición dividida, sin apoyo internacional y totalmente incapaz de vender un país que se ganara a los votantes que ya no confiaban en Milosevic, había sido siempre fácil de vencer.

Así las cosas, en 2000 no era mucho lo que la oposición tenía a su favor. Si bien había ganado algunas curules en el parlamento y algunas oficinas locales, seguía en clara desventaja. Ni siquiera los bombardeos de la OTAN parecían haber hecho mella en el mandato de Milosevik y  no era descabellado pensar que sólo un milagro iba a sacarlo del poder. Sin embargo, y a pesar de los presagios, la oposición aceptó el reto electoral que se presentó ese año. Esta vez, sin embargo, aplicaron lo que Valerie J. Bunce y Sharon L. Wolchik[1] denominan “el modelo electoral”. Impulsados por ONGs estudiantiles y de corte electoral (como Otpor y CeSID) que se habían formado en años anteriores y con el respaldo de la comunidad internacional, los políticos opositores limaron asperezas, presentaron un candidato único y lanzaron una campaña creativa que buscaba hacerle el quite a las dificultades que implica un campo de juego electoral desigual. Primero, diseñaron campañas de movilización  que ponían en evidencia la debilidad del régimen; con acciones como entregar flores a militares y policías disminuyeron el “miedo” a Milosevic y generaron la sensación de que se le podía ganar. Segundo, crearon sistemas de verificación electoral para disminuir la idea de que iba a haber fraude electoral; a falta de observadores externos diseñaron procedimientos de verificación local con conteos paralelos adentro y afuera del país. Finalmente, establecieron mecanismos de movilización en caso de que el gobierno no aceptara una derrota electoral.

Las elecciones fueron un éxito. Millones de personas salieron a votar y cuando Milosevic se negó a aceptar la victoria del candidato opositor, muchas de ellas se lanzaron a la calle a protestar. No demandaban la salida del gobernante –aunque esa era la consecuencia lógica—sino que se respetara su decisión electoral. La suma de protesta y elecciones tuvo éxito. El 5 de octubre, después de diez días de protestas, sin haber disparado un tiro, Milosevic tuvo que salir del poder y dar paso al nuevo gobierno.

Yugoslavia era un país sin tradiciones democráticas y sin embargo, la oposición logró vencer a Milosevic en elecciones. Yo me pregunto ¿qué impide que la oposición venezolana, en un país con una larga historia de gobiernos democráticos, haga lo mismo? La ausencia de instituciones independientes no determina el resultado electoral; es lo que decidimos hacer al respecto lo que marca la diferencia.

[1] Valerie Bunce and Sharon L Wolchik, Defeating Authoritarian Leaders in Postcommunist Countries (Cambridge: Cambridge University Press, 2011).

Comentarios

Comentarios

Posted in
Tagged Asamblea Nacional (AN), , Consejo Nacional Electoral (CNE), elecciones parlamentarias 2015, Laura Gamboa, modelo electoral, , , Renovación CNE, Serbia. Bookmark the permalink.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos necesarios están marcados *

Puedes usar las siguientes etiquetas y atributos HTML: