Gracias, Metro de Caracas

Podrían haber demostrado un poquito de respeto para con los usuarios. Pero no lo hicieron. El pasado jueves la ciudadanía salió, como todos los días, a intentar ganarse el pan. Habían anunciado que a partir de esa fecha y hasta el domingo 5 de abril se iban a realizar trabajos de mantenimiento de vías en la estación Chacaito del Metro de Caracas, por lo cual la misma no prestaría servicio comercial. Ese inocente enunciado no permitía descifrar la pesadilla que dicha operación entrañaba para las vidas de la gente de a pie. Ni siquiera con el arduo entrenamiento que tiene en eso del caos, el desorden y las situaciones límite.

El primer aspecto a destacar es que el anuncio oficial decía que en Sabana Grande la gente iba a tomar un metrobús que conectaría con la estación Chacao. Ya los caraqueños tenemos experiencia al respecto, pero esperábamos que el asunto no sería tan terrible. Y no lo fue. Fue peor.

Al margen de lo anunciado, la estación Sabana Grande también fue cerrada, por lo que decidieron poner la parada de metrobús en la estación Zona Rental. Solo decirlo nos da una idea de lo que iba a ocurrir. Toda la masa de usuarios que, en un momento dado desalojaba un tren entero de la línea 1, debía caminar hasta Zona Rental para encontrarse con toda la masa de usuarios que venían de los trenes  de las línea dos y tres, en una acera estrecha o a veces ausente, en medio del tráfico de una zona que, de por sí, es caótica, para hacer una apocalíptica cola que debía aligerarse con unidades de metrobús. Es decir, para que se entienda la magnitud del desastre: se supone que toda la gente que cabe, no en un tren, sino en los potenciales tres trenes que podían convergir en un momento dado en Plaza Venezuela, se iba a repartir en metrobuses que los trasladaría a Chacao, para que siguieran su “feliz” recorrido.

Usuarios esperando el metro en Altamira, por

 

Solo alguien que no conoce Caracas, y que no ha usado transporte público en los últimos años, podría haber “planificado” este operativo. Pongamos que era necesario hacerlo, que las vías requerían ese trabajo de mantenimiento de forma imperiosa. Pongamos, incluso, que se necesitaba de todos esos días para llevarlo a cabo. Obviemos la hipótesis de un mayor rendimiento para no obligar a la gente de a pie a recluirse en su casa durante estos días de descanso. Pero, ¿no era posible hacerlo con más respeto hacia los usuarios? ¿Dónde están los miles de buses privados que se dejan ver en la ciudad durante las concentraciones oficiales? ¿Dónde, el dispositivo de seguridad que les aligera el tráfico a los jerarcas del gobierno cuando se desplazan por la ciudad? Con más buses, mejor planificación, más respeto y un dispositivo que les asegurara un tránsito más fluido, las colas no hubiesen sido esa pesadilla de junkie paranoico que terminaron siendo. La de Chacao, en la tarde, daba la vuelta a la manzana hasta casi tocarse sus dos extremos. La de Zona Rental, en la mañana, era una masa desfigurada de gente desorientada. Y no hablemos de los miles de usuarios que optaron por cubrir a pie esa distancia que separa ambos puntos, sin respetar semáforos ni cruces.

Como ya se dijo, podrían haber realizado un operativo mejor planificado. Pero no lo hicieron por una sencilla razón: porque tienen el poder. El poder de acusar de golpista al que se queje, de censurar o provocar la autocensura de los medios, de amedrentar, amenazar, encarcelar como ha sucedido no sólo con estudiantes, sino con sindicalistas que se han mostrado en desacuerdo con la forma de hacer las cosas o han denunciado irregularidades. En fin, el poder de imponer su voluntad sin contrapeso, ni escuchar a nadie ni tomar en cuenta consideraciones que pudieran aportar terceros.

Por tanto, nada los obliga a hacerlo bien. Ni siquiera la voluntad de un electorado que, como ya es sabido, está obligado a opinar a favor, como las firmas que recogen en los ministerios.

El poder es un monstruo que se devora al que se le acerca. Es tan insaciable que quien se aventure en sus dominios debe tener, como Teseo al adentrarse en el laberinto, un hilo que haga de ojos para ver en lo oscuro. La crítica, el contrapeso, el respeto al otro, el reconocimiento a su derecho a la dignidad, son algunos de esos hilos.

Podrían haber tenido sensatez, pero prefirieron estar voluntariamente ciegos y, con ello, sumir al país en la ceguera. La experiencia del pasado jueves con las colas que se hicieron en Chacao y Zona Rental, que son las mismas que se han estado haciendo en los supermercados durante estos meses, son una poderosa metáfora. La del país ciego al que  poco le importa pasar el día en una cola ya que, de cualquier manera, vagar a tientas sería igual de inútil, toda vez que no sabe a dónde va.

Gracias, Metro de Caracas, por ayudarnos a desentrañar las metáforas del momento.

Comentarios

Comentarios

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos necesarios están marcados *

Puedes usar las siguientes etiquetas y atributos HTML: