La “lista Obama”

Como sacado de “Actualidad Panamericana” o el “Chigüire Bipolar”, uno de los titulares de la sección Mundo del periódico colombiano El Espectador el miércoles 18 de marzo señalaba “Países del ALBA apoyan a Venezuela y crean un grupo de mediación con EEUU”. Parece una broma. Las sanciones que impuso el gobierno norteamericano al gobierno Venezolano el 9 de Marzo no tienen nada para mediar. El presidente norteamericano, bien sea por convicción, bien sea por presión, tiene todo que ganar. Esta es una de esas raras ocasiones en las que recibe aplausos de demócratas y republicanos por igual. Nicolás Maduro por su parte,a recibió las declaraciones como caídas del cielo. No sólo le merecieron una Ley Habilitante para gobernar sin la Asamblea Nacional lo que resta del año, sino que lograron desviar la atención de la gente de la grave crisis socioeconómica que vive Venezuela a la –mucho menos grave—“crisis” internacional.

Hay que esperar a ver qué pasa una vez el gobierno norteamericano empiece a sancionar más personas. Sin embargo, como bien lo sabemos los colombianos, es difícil pensar que la orden ejecutiva, la “lista Obama”, ejerza la presión necesaria, o adecuada, para que Maduro tenga que renunciar. Hace veinte años una orden similar se emitió contra Colombia. Cuando se hizo público el ingreso de dinero del Cartel de Cali a la campaña del entonces presidente Ernesto Samper, muchos esperaban que la “lista Clinton”, como se conoce en mi país, presionara al mandatario a renunciar. Pero no fue así. La lista sancionó, y  sigue sancionando aún, a políticos, empresarios y ciudadanos del común; cientos de colombianos, culpables e inocentes, han pasado por allí. Y si bien desconozco los resultados de “la lista” con respecto al narcotráfico, lo cierto es que no sólo Samper terminó su mandato cuando tocaba, sino que hoy encabeza un organismo internacional.

Esto no significa que las sanciones impuestas por el gobierno Obama a los funcionarios venezolanos pasen desapercibidas. Es posible que metan suficientes funcionarios y aliados del régimen para ejercer presión al interior del PSUV. La pregunta es, ¿y en ese momento qué va a pasar? No es claro que la presión, como esperan muchos, conduzca a un cambio de gobierno. Ni eso ni otras sanciones internacionales aseguran que PSUV vaya a renunciar. Pueden generar cambios al interior del partido, pero no es evidente que quienes están montados en el poder se vayan a bajar.

Tampoco es claro que un cambio forzado desde afuera en esa forma sea positivo. Ventajismo o no, a Maduro lo eligieron popularmente. Es difícil que los chavistas, por desilusionados que estén, apoyen un cambio de gobierno por una vía diferente a la estipulada en el texto constitucional. Si el presidente renuncia –asumiendo que llama a elecciones y que el grupo opositor las gana (dos suposiciones grandes de por sí)—es complicado saber si la oposición tendría el apoyo que necesita para implementar las medidas que ellos consideran necesarias para reconstruir el país. La solución que los líderes opositores proponen a la crisis en Venezuela va a requerir sacrificios nada despreciables de la población. Es muy importante que tengan el apoyo de la misma si quieren llevar sus políticas a buen término.

En últimas, cualquier cambio en Venezuela tiene que venir de adentro. La presión internacional ayuda -a veces-, pero los que manejan este barco son los venezolanos. De ellos depende, no sólo que se den cambios que solucionen la crisis, sino transformar a Venezuela en un país más plural. En ese espíritu, es importante dejar los triunfalismos. Salidas del tipo todo o nada, no ayudan a nadie. Aumentan exageradamente las expectativas de los opositores más radicales y asustan innecesariamente a los chavistas más moderados, disminuyendo cualquier opción de obtener victorias de corte electoral.

No se puede perder de vista la meta. El objetivo no es cambiar el gobierno por cambiarlo, el objetivo es cambiar el gobierno para reconciliar el país. Esto no significa generar unamismo alrededor de lo que piensan y creen los líderes opositores, y pasar por encima de todos los demás. Significa construir puentes que conecten a la izquierda y a la derecha del país.  Obligar a Maduro a renunciar, o conseguir que la comunidad internacional lo haga, simplemente no es el mejor paso en esa dirección.

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